"El país donde las banderas son palabras que abrazan la vida"

domingo, 7 de febrero de 2010

AÚN EXISTEN CABALLEROS


Cuando uno piensa que las cosas están en extinción, en eso el todo poderoso, zasss!!! Te enseña que no es así. Ya les digo porqué hablo de eso. Se lo diré en criollito, así como soy yo, una pueblerina de pura cepa.

Casualmente estaba pensando en los pocos caballeros que han sobrevivido en nuestro siglo , no es que me gusten que sean tan caballeros, porque eso me empalaga, me caracterizo por bajarme y subirme de los autos sin que me abran la puerta, no le presto mucha atención a ese aspecto, por abrirme la puerta de cualquier sitio tampoco, es que casi siempre me adelanto al caminar y termino siendo yo toda una caballera (jajajaja), porque soy quien abre las puertas, realmente en ese aspecto soy desinteresada; sin embargo hay cosas que si me gustan que hagan por mi, por ejemplo, que al estar en la orilla de la calle para cruzar al otro lado de la misma, llegue un caballero y me ceda el paso, o que me cedan el asiento , o que me atiendan como una reina, eso me encanta de los hombres caballeros (pocos en realidad).

Justo cuando pensaba que estaban en completa extinción, aparece mi héroe (lo digo porque me devolvió la esperanza en los caballeros, me enseñó que aun quedan), un señor, aparentaba unos 42 años de edad, era una tarde bien soleada, imagínense, ya daban casi la una, y mi sombrilla me gritaba que ya no podía reflejar los rayos del sol, y me lo hacia sentir, pues toda sudada y desesperanzada porque no había ningún alma que me dejara cruzar la calle, ya estaba resignada a morir achicharrada por los rayos del sol que atravesaban mi sombrilla, y en eso! apareció mi caballero de la armadura oxidada, así le digo, porque venía dentro de su carro de trafico, toda una carcachita, con cara de cansancio (es que realmente lo compadezco, todo el día la pasan ida y vuelta, y el clima no ayuda), cariñosamente me dio una sonrisa y con su mano derecha hizo un gesto de cortesía, me estaba dando paso, el que menos piensas ese te sorprende, en eso sonreí por dos cosas, una porque mi teoría de que los caballeros están extintos, no es verdad, y otra por agradecimiento a mi héroe, a ese ser tan especial, que desinteresadamente me dejó cruzar la calle.

Ése día una personita me dio una lección, no es que no hay caballeros, sino que no te codeas con ellos (no mentira), el aprendizaje fue a seguir creyendo en esos hombres que son como estrellas fugaces, pero realmente aparecen en el momento preciso, cuando más los necesitas.

Yo mientras tanto seguiré soñando despierta y creyendo en las personas, en su amabilidad y caballerosidad, porque aun cuando hayan pocas, puedo decir que siempre me tropiezo con ellas, como para recordar que aun quedan y que probablemente nunca se extingan.

VIVIR ENTRE GIGANTES O SER UNA GIGANTE

Hola blog, paso a saludarte y a recordar que existes. Te tengo más abandonado que al gym, pero bueno eso no importa ahorita, puesto que he vuelto con toda la yuca, cucara macara macara cuca.

El motivo de mi regreso, es que casualmente conversaba con una amiga y entre una cosa y otra, ella me dice, así de la nada, puesto que no hablábamos de algún tema que tuviera correlación con los enojos y gigantes. Si cada vez que nos enojáramos creciéramos un poquito, viviéramos entre gigantes. Me reí de lo que dijo, dado que al igual que ella, me imaginé la situación. Creo que entre más enojados estuviéramos más grandes seriamos. Imagínense cuando hay tráfico, creo que todos los conductores tuvieran que usar autos convertibles, para que a medida que se agigantaran no se hicieran daño con el techo del carro.
Llegué a mi casa y me puse a pensar si eso realmente pasara con nosotros cuando nos enojamos. Dije, viviría entre gigantes o sería una gigante? Así que eso me llevo a reflexionar, y rebobiné como había sido mi día desde que me desperté. Me encontré con esto:
Me levanté enojada porque el perro ladró toda la noche, madrugada, y cuando por fin decide dormir, el guacamayo empieza a holgazanear. Qué éxito!, fueron mis palabras. Me voy al baño, cuando me disponía a ducharme, no había jabón. Qué éxito!, no es fácil. Salgo de mi casa, para tomar un carro de tráfico y todos pasaban llenos, así estuve 20 min, en esa espera. Qué éxito! Llegué a la oficina y mi jefe no estaba, y se suponía que iba temprano porque íbamos a realizar un trabajo juntos. Se juntó otro éxito. Allí me detuve y no quise seguir recordando todos los QUÉ ÉXITO! había dicho en el día. Creo que me avergoncé de ser tan impaciente para algunas cosas. Ah, yo creo que con todas las veces que me enojé, saludé a Dios, de tan gigante que llegué a ser.
En ese momento me dije, nada es tan importante como para perder mi calma y que el día se nuble, puesto que Dios nos regala la mañana con un sol espléndido, a mí, los gritos del guacamayo, para decirme, este es un nuevo amanecer, estás viva, puedes respirar, oír, ver, tocar, sentir. Así que desde ese día, me propuse no ser una gigante, sino vivir entre gigantes, aunque lo ideal sería que nadie se convirtiera en gigante.
Me apropié de la frase que dice: "Si la vida te da limones, haz limonada", bien fría, lista para ser degustada. No permitamos que lo externo robe nuestra paz, ni felicidad.