
Cuando uno piensa que las cosas están en extinción, en eso el todo poderoso, zasss!!! Te enseña que no es así. Ya les digo porqué hablo de eso. Se lo diré en criollito, así como soy yo, una pueblerina de pura cepa.
Casualmente estaba pensando en los pocos caballeros que han sobrevivido en nuestro siglo , no es que me gusten que sean tan caballeros, porque eso me empalaga, me caracterizo por bajarme y subirme de los autos sin que me abran la puerta, no le presto mucha atención a ese aspecto, por abrirme la puerta de cualquier sitio tampoco, es que casi siempre me adelanto al caminar y termino siendo yo toda una caballera (jajajaja), porque soy quien abre las puertas, realmente en ese aspecto soy desinteresada; sin embargo hay cosas que si me gustan que hagan por mi, por ejemplo, que al estar en la orilla de la calle para cruzar al otro lado de la misma, llegue un caballero y me ceda el paso, o que me cedan el asiento , o que me atiendan como una reina, eso me encanta de los hombres caballeros (pocos en realidad).
Justo cuando pensaba que estaban en completa extinción, aparece mi héroe (lo digo porque me devolvió la esperanza en los caballeros, me enseñó que aun quedan), un señor, aparentaba unos 42 años de edad, era una tarde bien soleada, imagínense, ya daban casi la una, y mi sombrilla me gritaba que ya no podía reflejar los rayos del sol, y me lo hacia sentir, pues toda sudada y desesperanzada porque no había ningún alma que me dejara cruzar la calle, ya estaba resignada a morir achicharrada por los rayos del sol que atravesaban mi sombrilla, y en eso! apareció mi caballero de la armadura oxidada, así le digo, porque venía dentro de su carro de trafico, toda una carcachita, con cara de cansancio (es que realmente lo compadezco, todo el día la pasan ida y vuelta, y el clima no ayuda), cariñosamente me dio una sonrisa y con su mano derecha hizo un gesto de cortesía, me estaba dando paso, el que menos piensas ese te sorprende, en eso sonreí por dos cosas, una porque mi teoría de que los caballeros están extintos, no es verdad, y otra por agradecimiento a mi héroe, a ese ser tan especial, que desinteresadamente me dejó cruzar la calle.
Ése día una personita me dio una lección, no es que no hay caballeros, sino que no te codeas con ellos (no mentira), el aprendizaje fue a seguir creyendo en esos hombres que son como estrellas fugaces, pero realmente aparecen en el momento preciso, cuando más los necesitas.
Yo mientras tanto seguiré soñando despierta y creyendo en las personas, en su amabilidad y caballerosidad, porque aun cuando hayan pocas, puedo decir que siempre me tropiezo con ellas, como para recordar que aun quedan y que probablemente nunca se extingan.